Texto por Karla Robles @karlatrobles
Fotos por Karla Robles y Daniel Zaíd @perdidoenbici
En publicaciones anteriores les hemos hablado sobre la Ruta Chichimeca y les mostramos algunos rostros de quienes participan este año. En este artículo les compartiremos nuestra experiencia rodando junto a este grupo de aventureras/os.
Llegamos a Tijuana un par de días antes del inicio de la ruta, queríamos rodar por la ciudad, visitar a algunas amistades, colaboradoras de andarres.com y personas no tan nuevas pero que conocíamos a través de internet. En cuanto nos bajamos del avión ya estábamos ansiosos por empezar a rodar, después de pasar un largo invierno sin hacer lo que más nos gusta, este sería un reinicio a nuestra vida “normal”, aunque con algunas diferencias como: viajar acompañados, viajar por carretera, acampar en pueblos o ciudades, y pedalear 100km al día en promedio con temperaturas arriba de los 38 grados; para nosotros, este viaje representaba un reto que nos habíamos propuesto superar.
La Ruta Chichimeca es semi-organizada por un grupo de voluntarias/os que hacen lo posible por gestionar un lugar donde acampar cada día en coordinación con una barredora que comúnmente son personas locales en distintos puntos que ofrecen apoyo para cargar el equipaje, brindar agua, suero o estar listos por si sucede alguna falla mecánica en el camino. Aunque es una gran opción creo que la mayoría íbamos listxs para no requerir este apoyo.
Al llegar al punto de inicio en la Torre de Agua en Tijuana, de inmediato se contagia el espíritu del viaje, personas dispuestas a pasar los próximos 72 días montados en sus bicis atravesando el país por los lugares más calurosos. Aún así, el fueguito de la aventura se hacía cada vez más grande conforme iban llegando y llenando el punto de inicio, montones de bicicletas viajeras, con distintas configuraciones, diversas formas de cargar sus cosas, muchas sonrisas y abrazos de despedida.
Salimos rumbo a la presa de Tijuana, famosa entre ciclistas locales por tener un gran paisaje y unas buenas pendientes para llegar, fue impresionante ver cómo el grupo de alrededor 80 bicicletas con mochilitas paralizó una de las ciudades más grandes en México, un compañero que iba al lado mío convocaba: “vámonos a Chiapas, vámonos a Chiapas, aún hay lugares” como un pecero subiendo pasaje, provocando sonrisas y compañerismo de todxs.
Nos tomó casi dos horas salir de la ciudad, entre paradas, re-agrupamientos y las bicicletas que reclamaban mejores configuraciones, poco a poco se iba acomodando el equipaje, entre cosas que iban sueltas, bidones y parrillas caían, y el pelotón viajero se separaba, la meta era llegar al campamento, un espacio recreativo un poco antes de llegar a la ciudad de Tecate y al que se sintió muy bien llegar después de las subidas y los pesares del día.
Después de esa noche, la primera, el tema de dormir se convertiría en el tema del viaje para mi: acampar entre tanta gente tiene sus ventajas y desventajas para dos almas solitarias como Daniel y como yo, por una parte, brinda una especie de burbuja protectora segura que no siempre es necesaria pero siempre es bueno tenerla, y por otra, puede resultar cansado por los distintos conceptos de descanso que tenemos cada unx, sobretodo, si las acampadas son en lugares donde no se regula el silencio.
Al día siguiente tocaba rodar a La Rumorosa, otro día de subida pero con más autosuficiencia, lo especial de rodar junto a lxs Chichimecas me parece, es el compañerismo que se va formando, al segundo día ya podías reconocer al grupo con el que te sientes identificada, Daniel y yo fuimos haciendo amistades y al final del día nos quedamos un grupo de cinco o seis que acampamos dentro de un salón de eventos, fue un gran apoyo estar refugiados entre cuatro paredes y no sentir el viento que rechinaba en las ventanas.
La Rumorosa es el punto más alto en el que estaríamos en Baja California, se encuentra a 1, 252 msnm, la localidad aprovecha los fuertes vientos para generar energía eólica y tiene un paisaje caracterizado por estar lleno de rocas de distintos tamaños, no sé ustedes, pero yo no he visto otro lugar igual como el de La Rumorosa y toda la Sierra de Juárez.
Partimos sabiendo que ese día el grupo inicial se dividiría entre los que bajarían por la península de Baja California y lxs que nos aventuraríamos por la costa de Sonora. En la caseta de cobro vimos cómo lxs compañerxs tomaban la desviación y nosotros continuaríamos rumbo al pueblo, una despedida y buenos deseos para ellxs en lo que nos reponíamos para seguir nuestro camino.
Quedamos un poco más de 40 personas que bajamos la más temida vía de circulación en todo México, con fuertes vientos que nos frenaban, y a mí que me gustan las bajadas fue maravilloso sentir que estaba a 1,252 msnm y bajaría a -6 en Mexicali.
Los días transcurrieron pedaleando a distintos ritmos, pero sabiendo que siempre había gente delante y detrás, el grupo voluntario seguía organizando los puntos de reunión y acampada y fuimos llegando a una gran variedad de lugares, desde albergues, estadios municipales, salones de eventos, palapas, campamentos y gimnasios universitarios, más los lugares que se vayan sumando hasta llegar a su destino en Chiapas.
Para Daniel y para mi, cada día fue una carrera contra el sol y el calor del desierto, así que entre más íbamos alejándonos del Océano Pacífico más temprano debíamos salir y llegar al siguiente destino, ya que las distancias se alargaban y el sol anunciaba su salida antes de lo imaginado.
Finalmente entramos a Sonora y cruzamos el Gran Desierto de Altar en pleno verano, ¡una locura! para lxs que somos de acá, que sabemos sobre los golpes de calor y el riesgo de deshidratación. Nos tomamos muy en serio el cargar con 4 o 5 litros de agua para tomar durante el día, complementando con suero, cápsulas de potasio y complejo B, pero nos parecía que lxs Chichimecas se veían tan frescos después de una jornada larga y calurosa que empezamos a cuestionarnos nuestra propia fragilidad. El gran desierto de altar es el desierto más grande en América del Norte y junto a la zona volcánica de El Pinacate forman la Reserva de la Biósfera, sitio reconocido como patrimonio mundial por la UNESCO.
El día que llegamos a Puerto Peñasco para mi fue el más pesado de todos porque ya teníamos 6 días con 5 o 6 hrs de mal sueño y pedaleando en promedio 100 km diarios cargados con todo el equipaje, con 5 litros de agua y en contrarreloj para ganarle al sol o al menos hacerle tregua, los tramos en la región entre Mexicali y Puerto Peñasco fueron los más largos, muchos kilómetros desolados, sin re-abastecimiento. Fue devastador, pero lxs Chichimecas llegaron como si hubieran pedaleado 5 km y no 150 km, directo a convivir, sacarse fotos y bromear entre ellxs.
Yo los observaba con la poca energía que tenía, sin hambre, aturdida, abrazada a Daniel después de haberme roto emocionalmente en la carretera varias veces, mientras me preguntaba: ¿de dónde vienen estas personas?, ¿serán de otro planeta?, ¿cómo pedalean 150 km atravesando el Gran Desierto de Altar en pleno julio a casi 40 grados y llegan directo a comer tacos?. Sólo me queda una palabra para describirles y es que todxs son ¡admirables!, resilientes y capaces de conquistar el mundo o de pedalear en el apocalipsis futuro, como diría mi amiga Fernanda.
Ese sería mi último día acompañando a lxs Chichimecas, tenía una cita importante en Hermosillo y Puerto Peñasco es el último punto donde había servicios de transporte para llevarme a la ciudad. Daniel por su parte tuvo un inconveniente de salud durante la ruta y decidió regresar junto conmigo para atenderse.
Lxs Chichimecas se volvieron a dividir en Puerto Peñasco y algunos tomaron la ruta costera como originalmente marcaba el plan de este año, mientras otros se dirigieron por Caborca, el re-agrupamiento se volvió a dar en Hermosillo y Guaymas para continuar bajando hasta el centro y sur del País. Al día de hoy lxs hemos seguido a través de grandes amigxs que hicimos en la ruta, y todos los días les enviamos bonitos pensamientos para que ese espíritu nunca se canse, ¡buenos vientos siempre queridxs Chichimecas!
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El mejor de los viajes! Éxitos y que logren todas las metas. Puro para adelante
Me toco verlos en la ruta Navojoa – Los mochis, aun con una temperatura de 39 grados a las 10 am. Tenaces y gloriosos con un andar lento en la sierra de barebampo
Una Gran hazaña,gracias por compartir,tu aventura,cada vez más se siente la motivación esperó, próximamente,unirme a esos guerreros y guerreras
Chichimecas,por lo menos una semanita,por cuestiones laborales
Saluditos desde Toluca la bella